Algunas veces pienso...

Algunas veces pienso...
Fotografía tomada por Gustavo L. Tarchini

domingo, 28 de diciembre de 2008

La enamorada del muro

Filigranas exquisitas tejen la luz y la sombra,
cuando un rayo de sol filtra e ilumina la penumbra.
De un lado, todos son libros, del otro jardín aromado,
En el medio la más bella, cristal y encaje enramado.

Enamorada del muro, te abrazaste a la ventana
quizás para espiar poemas, si fluye la rima hilada.
Vitreaux en verde ambarino, la enredadera ha formado
y en el refugio de Alfonso, sus versos ha susurrado.

Es la casa del poeta, son las letras mixturadas,
o quizás es la ternura, que él esconde en la mirada,
lo que produjo el milagro, de quedar allí aferrada.

Cadenciosa se somete al viento si es acunada,
enamorada persiste, tras del cristal adosada,
y el soñador la acaricia, al terminar su jornada.

Magui Montero
NOTA: Dedicado afectuosamente al poeta Alfonso Nassif
NOTA 2: La imagen fue extraída de internet

martes, 23 de diciembre de 2008

Partida

El aroma de su piel quedó adherido en mis manos,
la boca guardó resabios de aquellos momentos largos.
Su perfil tan masculino a contraluz reflejado
se fue alejando con ecos insolentes y malsanos.
Mi alarido silencioso no aceptaba el desengaño
y aterrada por su adiós caí en un mutismo helado.
Se fue escapando despacio de los instantes gozados,
cuando pedí explicación mirando ese rostro ansiado,
dijo tener otro amor, aunque le estaba vedado.
Yerma de besos candentes, vacía de sus abrazos,
al frenesí puse brida, fragmentada en mil pedazos.
El orgullo me impedía demostrarle mi quebranto
y lo dejé que partiera sin aferrarme a sus brazos.
Con el pasar de los meses el dolor se fue aplacando
Y en la línea que divide lo importante de lo vacuo
fingiendo calma pensaba de un modo descabellado
Si mis celos desmedidos yo los hubiese acallado,
si hubiera esperado un poco y aquel engaño olvidado,
ese hombre hoy sabría que aun así… lo había amado.
Magui Montero
NOTA: Imagen extraída de internet

miércoles, 17 de diciembre de 2008

CUENTO DE NAVIDAD

En el silencio nocturno la mujer permanecía con los ojos abiertos, mirando a sus dos hijos dormir plácidamente. La luz de la luna le permitía observar con claridad sus cuerpitos, durmiendo en el catre, bajo el alero del rancho.
Suspiró mientras pensaba, que faltaba solo un día para la Navidad. Al menos, la venta de la manta tejida en el telar, le había proporcionado el dinero necesario para tener una cena con pan dulce incluido para la Nochebuena; pero los niños no tendrían regalos, aunque nunca los había escuchado quejarse.
Oía de a ratos el ruido de los vehículos que pasaban y frenaban, cuando tomaban la curva, en la ruta cercana y se fue durmiendo, acunada por los sonidos del monte.
Amaneció, los pequeños murmuraban y soltaban risitas de complicidad. Iban y venían corriendo entre los cabritos que jugueteaban con ellos.
-Oye Manuel, quizás el Niño Jesús no nos trae juguetes porque no adornamos nuestra casa.
- Si Alicia, busquemos cómo decorarla, esta noche a las doce nacerá, debemos pensar en algo.
Los hermanitos corrieron al monte, trajeron un gajo de garabato(*) y lo pusieron en el costado de la galería, fijándolo dentro de una lata que llenaron con tierra húmeda y apretaron, para que quedara erguido.
Juntaron flores del campo amarillas, azules, blancas y rojas que fueron incrustando en cada una de las espinas; con restos de lana que su mamá teñía para luego tejer las mantas anudaron frutos de algarroba y mistol que colgaron de las ramas. Un grupo de arañitas se sumo a la fiesta; tejieron su trama hacia uno y otro lado ayudándolos en la decoración.
Al caer la oración el rocío nocturno fue depositando pequeñas gotas en las flores y en la tela de araña; la luz del candil las hacía brillar como cientos de caireles de cristal. Las luciérnagas se posaron sobre las ramas encendiendo y apagando sus linternas formando una visión maravillosa.
Como broche final Alicia y Manuel limpiaron un muñequito, lo envolvieron con trapitos de colores, lo colocaron sobre un puñado de yuyos recién cortados y pusieron arriba la estrella tejida con hojas de chala. (**)
La madre sirvió la cena, mientras su angustia crecía. Los niños jugaron y rieron divertidos; agradecieron a Dios por la dicha de tener un plato de comida y rogaron por aquellos que no podían tenerla.
Los grillos hicieron coro con su cri-cri acompañando las voces infantiles que junto a la mamá entonaron villancicos.
Se acostaron felices, con la ilusión de que el Niño Jesús les dejaría un presente, pues habían vestido de fiesta la casa en honor de su nacimiento.
La madre siguió acomodando platos y cubiertos, mientras los niños dormían plácidamente. Luego se alejó un poco, quería caminar, pensar como les explicaría cuando despertasen, porqué no había regalos.
Sus pasos la llevaron hacia el camino, la claridad nocturna le permitía ver la ruta como una cinta plateada, miró hacia arriba mientras oraba, y miles de estrellitas parpadeantes convirtieron el cielo en un terciopelo cubierto de lentejuelas. Una bella Nochebuena terminaba y se iniciaba la Navidad.
A la vera del camino le llamaron la atención las cajas diseminadas cerca de la curva. Seguramente habían caído de algún vehículo que pasara. Las levantó y volvió en dirección al rancho.
En el firmamento, la Cruz del Sur brillaba, mientras unas lágrimas surcaban el rostro de la mujer. Nítidamente pudo percibir en la cara de la luna, esa imagen del Nacimiento que su madre le enseñara a ver cuando era niña. Sus hijos tendrían regalos de Navidad! El Niño Jesús se los había traído…
La mujer comenzó a cantar suavemente “Noche de Paz, Noche de Amor, todo duerme en derredor…”

Magui Montero
NOTA: Imagen extraída de internet
(*) garabato: especie de arbusto espinoso (**) chala: hojas que recubren el choclo, se usan para hacer artesanías vegetales.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Niñez sola

Callada sombra de niño
te escondes en el abismo oscuro
de esos ojos mansos.
Los caireles cristalinos de la risa
volaron al mutismo perturbante
de una madurez forzada.
El pelo lacio juega sin fin
en remolinos de viento y mariposas
ajeno al rastro de lágrimas amargas
La manita pequeña busca refugio
cobijándose en el hueco de la mía
inundándome de cálida ternura.
No hay golosinas sabrosas en la boca
que mitiguen la tristeza de tu alma
cual una flor deshojada.
Sigo llenando los mustios silencios
con historias de mundos felices,
mientras cargo la pesada mochila
de tus sueños rotos por la vida amarga
en atardeceres grises de niñez tronchada.
Magui Montero
NOTA: Imagen extraída de internet



Amo el mar

Amo el mar
fotografía tomada en la costa de Chile por Luis A. Gallardo Cortéz.